viernes, 20 de marzo de 2009

El Tío Napoleón






















Estando esta tarde visitando el palacio de Louvre, en la sala de escultura francesa del siglo XVIII, decidimos acceder, para ver si nos podía invitar a un refrigerio dada la hora, a los aposentos de Napoleón.

Después de llamar largamente a su puerta (subiendo las humildes escaleras a mano derecha, al lado de la lámpara de araña) nos recibió en bata y zapatillas, y muy cortésmente accedió a nuestras súplicas. Sus habitaciones eran fabulosas: tomamos una copa en el gran salón-teatro y jugamos allí también al mus. Cenamos deliciosamente en el pequeño y modesto salón de banquetes, con la humilde vajilla y juego de té. Conversamos con él lárgamente, mientras nos tomábamos el café, en el salón del trono (él en su trono y nosotros en el suelo enmoquetado, como buenos súbditos) y, por último, hasta accedió a mostrarme sus aposentos privados (la cama era tan chiquitaja... y eso de que haya tantas sillas para espectadores...).
En fin, como ya os he comentado, una mansión modesta y humilde.
Jajajajajajaja!

Besos afrancesados!

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