lunes, 3 de noviembre de 2008

Todo lo que ocurre

Mientras hoy subía hacia mi casa andando desde el centro, donde gentilmente mi amiga María, alias Paca, ha tenido la caridad de dejarme, y la inconfundible 9ª sinfonía de Beethoven sonaba en mis auriculares, he pensado. Pero no ha sido un fugaz pensamiento sobre algún tema concreto, no... se puede decir que... he filosofado.

Al contrario de lo que muchos pensarán no era sobre Schopenhauer de lo que iba el tema, aunque recomiendo buscar en la Wikipedia algo sobre él (interesantísimo...). Pensaba sobre la vida, sobre la necesidad del ser humano de aprender, de absorber el conocimiento, las modas, las costumbres, la cultura, el estilo... todo! El ser humano nace como una "tabla rasa", recién pulida y lista para ser decorada.

La gente con la que convivimos día a día desde pequeños nos hacen conformar nuestro carácter, nuestra visión del mundo, nuestras expectativas e, incluso, nuestros sueños. Si todos los que nos rodean dejan un granito de arena en nosotros (a pesar de que te guste o no, así es) eso significa que "yo" soy "todos" y, en ese caso, qué entenderíamos por "personalidad"? Sería algo así como nuestra forma de adaptar todas estas aportaciones exteriores a nosotros para crearnos nuestra identidad (que en el fondo, es copiada de 1000 fuentes).

Ya que nadie es original en ese aspecto, pongamos un matiz interesante. Hemos llegado a la conclusión de que nadie es "original" porque su personalidad es un "corta y pega" de las personalidades de los demás. En cierto modo, las proporciones de personalidad que cojamos de las diversas personas influirán en el resultado final (cual ingredientes de un pastel de chocolate), pero aquello que nos hace realmente genuinos son nuestras experiencias.

La vida es como un trozo de papel pinocho: liso, suave, fácil... Ahora bien, llega el hombre y comienza a arrugarlo, rasgarlo, romperlo... es decir, lo hace feo, abrupto y complicado. Cada arruga en el papel nos representará un reto, un desafío, una muesca en nuestro carácter. Nos ayudará a crecer, a ser más fuertes, nos hundirá en el pozo más hondo, nos sacará una sonrisa al recordarlo, o lloraremos desconsolados... pero eso sí, nos formará la personalidad.

Por ello tal vez no sea el mejor remedio olvidar todo aquello que nos ocurre. Aquella vez que lloré, aquella vez que grité, o cuando me aguanté la rabia que sentía, aquella vez que no pude más... Todo ello nos ha construido, nos ha convertido en lo que somos, como pequeñas cinceladas en roca. Somos lo que somos gracias a lo que vivimos, a lo que sentimos, a lo que nos pasa.

Reflexión de hoy: si pudieras olvidar, no todo, pero algunas de las cosas "malas" que te han ocurrido en la vida... ahora mismo serías tú?


aNa

1 comentario:

Kambei dijo...

Si olvidaras algo de tu vida, por poco importante que parezca, no serías como eres ahora.

Todo lo que vivimos nos construye como personas (tanto si lo que vivimos es bueno o malo).

Chao

Kambei